La campaña de vacunación contra la COVID-19 continúa, pero el ritmo al que avanzan las inoculaciones varía ampliamente de un país a otro, y muchos carecen de acceso a la vacuna. Hay que reforzar la cooperación mundial para producir vacunas y distribuirlas a todos los países a costos asequibles. Cuanto más pronto las vacunas frenen la pandemia, más pronto podrán las economías retornar a la normalidad.
Si la pandemia mundial se controla mediante la vacunación, el crecimiento mundial resultante será más vigoroso, arrojaría más de USD 1 billón en ingresos tributarios adicionales en las economías avanzadas de aquí a 2025, y generaría más ahorro en cuanto a las medidas de apoyo fiscal. Por lo tanto, la vacuna contra la COVID-19 se pagaría por sí sola y con creces, según el informe Monitor Fiscal de abril de 2021, lo cual supondría un excelente rédito del dinero público invertido en el proyecto.
Diversos grados de apoyo fiscal
En el primer año de la COVID-19, la política fiscal ha reaccionado de forma inmediata y contundente ante la emergencia sanitaria. Los balones de oxígeno económico han salvado vidas y protegido medios de vida. El apoyo fiscal además evitó que las contracciones económicas y pérdidas de empleo a escala mundial fueran peores, gracias, entre otras cosas, a que alivió la tensión financiera cuando las políticas monetarias y fiscales actuaron al unísono.
La capacidad de los países para incrementar el apoyo fiscal ha variado, dependiendo de su capacidad para obtener préstamos de bajo costo. Por su parte, las recuperaciones económicas presentan trayectorias divergentes: China y Estados Unidos están saliendo adelante, mientras que otros países están rezagados o estancados.
En las economías avanzadas, las medidas fiscales han sido considerables y abarcan varios años (6% del PIB en 2021), como por ejemplo las aprobadas recientemente en Estados Unidos y las que constan en el presupuesto de 2021 del Reino Unido. Entre los países de mercados emergentes y en desarrollo, el apoyo fiscal ha sido más limitado debido a restricciones financieras, pero el aumento de los déficits de todos modos es notable dada la caída de las recaudaciones tributarias. En promedio, en 2020 los déficits fiscales como proporción del PIB se situaron en 11,7% en el caso de la economías avanzadas, 9,8% en el de las economías de mercados emergentes y 5,5% en el de los países en desarrollo de bajo ingreso.
Como resultado, el promedio mundial de la deuda pública se aproximó a 97% del PIB a finales de 2020, y se prevé que permanezca apenas por debajo de 100% del PIB a mediano plazo. El desempleo y la pobreza extrema también han aumentado significativamente. La pandemia, por lo tanto, podría dejar secuelas profundas.
Pero hasta que se logre controlar la pandemia, la política fiscal tendrá que seguir siendo flexible y brindando apoyo. La necesidad y el alcance de ese apoyo varían entre sectores y economías, y las respuestas dependen de las circunstancias de los países. No obstante, los gobiernos deberían dar prioridad a las siguientes medidas:
- Apoyo más focalizado a los hogares vulnerables. La pandemia ha tenido un efecto negativo desproporcionado en los pobres, los jóvenes, las mujeres, las minorías y los trabajadores con empleos poco remunerados y en el sector informal. Las autoridades deben garantizar la disponibilidad de protección social y la sostenibilidad del gasto mientras dure la crisis, para lo cual han de ampliar la cobertura de las redes de protección social de forma eficaz en función de los costos (por ejemplo, limitando la filtración de prestaciones a beneficiarios no previstos).
- Apoyo más centrado en las empresas viables. Si la pandemia se prolonga, podrían producirse insolvencias generalizadas de empresas que destruirían millones de empleos, particularmente en los sectores de servicios de contacto intensivo y entre las pequeñas y medianas empresas. Al mismo tiempo, a los gobiernos les convendría evitar las asignaciones deficientes de recursos y limitar el aumento de las empresas no viables. Los gobiernos podrían replegar gradualmente los préstamos y las garantías indiscriminadas, y limitar el apoyo público a circunstancias en que la necesidad de intervención sea clara. Las alianzas con el sector privado para evaluar la viabilidad de las empresas antes de brindarles apoyo pueden mejorar la focalización y reducir los costos administrativos.
Sentar las bases para una transición económica
Las autoridades económicas tendrán que lograr un equilibrio entre, por un lado, brindar apoyo fiscal ahora, y, por otro, mantener la deuda en un nivel manejable. Es posible que algunos países tengan que empezar reponer las reservas fiscales para amortiguar el impacto de shocks futuros. Esto significa que será vital elaborar marcos plurianuales creíbles para los ingresos y los gastos, sobre todo en los casos en que la deuda sea elevada y escasee el financiamiento.
Incluso tras tomar las debidas medidas, muchos países de bajo ingreso encuentran dificultades a la hora de hacer frente a la pandemia a corto plazo y de velar por el desarrollo a lo largo del tiempo, como se señala en un estudio reciente del FMI. Estos países necesitarán asistencia adicional, que incluya donaciones, financiamiento en condiciones concesionarias, la prórroga de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda o, en algunos casos, el tratamiento de su deuda conforme al Marco común.
Si se la ejecuta adecuadamente, la política fiscal facilitará una transformación verde, digital e inclusiva de la economía posterior a la pandemia. Para que esto se concrete, los gobiernos deben dar prioridad a lo siguiente:
- Invertir en sistemas de salud (incluida la vacunación ampliada), educación e infraestructura. Una campaña de inversión pública verde coordinada por las economías que disponen de recursos puede fomentar el crecimiento mundial. Los proyectos —idealmente con la participación del sector privado— han de procurar mitigar los efectos del cambio climático y facilitar la digitalización.
- Ayudar a que las personas vuelvan al trabajo y, de ser necesario, cambien de trabajo, mediante subsidios para la contratación, mejor capacitación y programas de colocación.
- Fortalecer los sistemas de protección social para ayudar a combatir la desigualdad y la pobreza, y redoblar los esfuerzos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
- Reformar los sistemas tributarios nacionales e internacionales para fomentar la equidad y proteger el medio ambiente. A fin de ayudar a atender las necesidades relacionadas con la pandemia, una opción consiste en gravar los ingresos elevados con una contribución temporal a favor de la recuperación tras la COVID-19. A mediano plazo, se debe afianzar la recaudación de ingresos, especialmente en los países en desarrollo de bajo ingreso, lo cual podría ayudar a financiar las necesidades de desarrollo.
- Recortar el gasto improductivo, hacer más transparentes las iniciativas de gasto y mejorar las prácticas de gestión de gobierno para aprovechar plenamente los beneficios del apoyo fiscal.
En resumen, los gobiernos no han escatimado esfuerzos para afianzar sus economías, pero es más lo que se debe hacer para superar la pandemia de COVID-19, proporcionar apoyo flexible pero focalizado de inmediato, realizar ajustes cuando la recuperación esté bien encaminada y sentar las bases para una recuperación más verde, equitativa y duradera.